Seis meses después de que en la madrileña cancha del Canal Isabel II, Bidaideak conquistara matemáticamente el campeonato de Liga, volvía a este escenario, ya talismán para ellos, con el objetivo de romper la mala racha de tres derrotas consecutivas infligidas consecutivamente por los equipos de Albacete, Gran Canaria y Badajoz y poder reivindicar así su sitio entre los aspirantes a todo. Enfrente, un Ilunion que, aun no encontrándose tampoco en sus mejores momentos, es el campeón hegemónico de la competición liguera y cuenta con un plantel acreditado que puede hacer morder el polvo a cualquier rival.
El partido comenzó de la peor de las maneras para ambos contendientes. Los bizkainos sin poder contar con el líder constructor de su juego, Asier García, que arrastra problemas musculares heredados de la larguísima temporada pasada -Paralímpicos incluidos- y los madrileños desprovistos de su pólvora habitual. Ni Bywater -tal vez el mejor lanzador en la historia de la competición-, ni Warburton, ni Latham eran capaces de encontrar el aro rival, lo que se muestra al observar sus penosas estadísticas del primer parcial con un 23% de acierto en tiros de campo y el que no pasaran de 9 puntos en estos 10 minutos. Claro que los de Adrián Yáñez no estaban por aprovechar tanto desacierto, y con similares ratios, apenas si llevaron a 10 el luminoso en ese tiempo. Tablas en cicatería de rendimiento entre dos equipos llamados a lo contrario.
Apenas mejoraron las prestaciones los de Ilunion durante el segundo parcial, pero no así Bidaideak. Catapultado por el acierto de David Mouriz y mejorando su ritmo e intensidad en las otras facetas determinantes del juego – rebotes, transiciones, defensa…- , los bilbaínos fueron abriendo su marcador hasta poner sus guarismos en términos razonables para con su potencial. Al descanso, llegaron con un 23 a 36 que les daba aire y parecía restaurar confianzas.
Pero era claro que en algún momento tenían que resurgir los madrileños. Y fue en el tercer parcial cuando les llegó su momento más dulce. Ajustaron el tiro, mejoraron porcentajes, apretaron en defensa y ahondaron mejor a sus hombres altos en la zona bilbaína, y así tomaron el liderazgo del parqué. El del marcador no lo consiguieron aunque se acercaron a ello también a falta de 1 minuto, con un 41 a 42. Fueron 20 los puntos que sumaron en esos 10 minutos en tanto que solo concedieron 11.
Con un 43 a 47 que señalaba por si sólo que las fuerzas estaban en equilibrio y el partido completamente abierto, se encaraba el último de los parciales. Con Mouriz, Txema, Mariana, Jasso y Asier en cancha se encomendaban los bilbaínos para hacer valer si quiera esa ventaja.
Los madrileños se pusieron a 2 en algunas fases de este último tiempo – la última en el minuto 39- pero no pudieron jamás si quiera equilibrarlo. El toma y daca fue continuo durante todo el mismo y a cada acción de los artilleros de Ilunion, le devolvían los vascos su mejor hacer sobre la pintura. Asier alimentaba a Txema y Jasso, también a David, y con sus aciertos les impedían girar el marcador. Las faltas personales condicionaron los últimos minutos de ambos equipos, pero los bilbaínos supieron tramitar de mejor manera la ansiedad propia de los finales de partido apretados y, con una intensidad defensiva propia de sus mejores momentos, pudieron sancionar a su favor un encuentro en el que, pese a las bajas prestaciones del primer compás, en justicia se decantó para los del Botxo.
Los 71 puntos de los bilbaínos llevaron la firma de Asier, 20, Mouriz, 17, Txema, 12, Jasso, 10, MacSorley, 6, Manu, 3 y Esteche, 3.
Con esta victoria, Bidaideak sella la hemorragia con la que había comenzado una temporada caprichosa en calendario, que le ha obligado a medirse a principios de ella con sus mas cualificados rivales sin apenas tiempo para ajustar el equipo al potencial de su renovada plantilla. La victoria en Madrid, antes justo del parón de la Liga hasta enero por mor de la celebración del Campeonato de Europa de selecciones, permitirá enfocar de mejor manera el final de la primera parte de la Liga y abordar la segunda en el convencimiento de que está en condiciones de competir por mantenerse en la elite estatal de este deporte.